(Entrevista)
El doctor en Ciencia Política acaba de publicar un libro sobre el presidencialismo y en esta entrevista analiza el trabajo realizado por la comisión de la Convención que está configurando la «sala de máquinas» que tendrá la propuesta de nueva Constitución.
Presidencialismo, reflexiones para el debate constitucional en Chile. Ese es el título del libro que el doctor en Ciencia Política y académico de la Universidad Católica de Temuco, Christopher Martínez, lanzó esta semana.
En el texto, una serie de expertos y expertas de los distintos temas que conlleva el sistema político de un país, hacen diversos análisis para aportar a la discusión que actualmente se vive en la Convención Constitucional en la comisión ad hoc.
En esta entrevista, Martínez aborda lo aprobado por la comisión del órgano constituyente y que tendrá que revisar el pleno la próxima semana.
¿Por qué crees que el presidencialismo, en algunos sectores, ha sumado tantos detractores?
No sé si son tantos detractores. Sí creo que tienen motivaciones y razones muy diversas. Por un lado, hay quienes creen que el parlamentarismo hubiese sido positivo para el desarrollo de Chile si es que se hubiese implementado en el origen de la república, una tesis que no podemos comprobar. Este grupo, no obstante, es consciente de que el llevar aproxidamente dos siglos bajo un sistema presidencial hace muy poco factible (y altamente costoso) transitar hacia un modelo no presidencial hoy en día.
Por otro lado, hay quienes creen que la historia, tradición institucional y las prácticas políticas, por muy arraigadas en una sociedad, no son obstáculos para cambiar de régimen político. La lógica detrás es que, si un modelo funciona bien en otro país, ciertamente, puede funcionar bien en Chile. Dado que este grupo se enfoca casi exclusivamente en las ventajas que un modelo importado, diferente al presidencial, traería para Chile, en el libro precisamente discuto y explico las dificultades y conflictos no menores que ocurren bajo el semipresidencialismo y parlamentarismo.
En términos generales, ¿cuál es tu apreciación del sistema que salió de la comisión y llegará al pleno la próxima semana?
La verdad, mi apreciación no es muy positiva. A pesar de que hay convencionales que han trabajado de manera seria, tomando en consideración voces expertas en sus áreas y mostrando sentido de realidad; hay otras visiones que buscan un sistema cuyo funcionamiento puede ser muy complejo de manejar en caso de aprobarse el nuevo texto constitucional.
¿En qué sentido puede ser complejo?
Si bien creo que es problemática la aprobación de un Congreso con una cámara, hay más razones para preocuparse por esta medida al ser evaluada bajo una mirada más amplia. Se ha podido observar un deseo de debilitar el sistema de frenos y contrapesos. Además del reemplazo del Senado por un Consejo o Cámara Territorial con atribuciones casi simbólicas, también se ha discutido limitar la autonomía del Banco Central, eliminar, o reemplazar, el Tribunal Constitucional y disminuir la independencia judicial. Más allá de si alguna de estas propuestas verá la luz o no y cuán justificada sea, sí se observa una intención de debilitar buena parte de instituciones clave a nivel nacional. La única institución que no sería atenuada, sino, por el contrario, fortalecida es el Congreso Plurinacional. Ya sea bajo la estructura unicameral o bicameral, esta tendría más atribuciones que la actual Cámara de Diputadas y Diputados. Además, no se debe olvidar que se ha buscado –afortunadamente, hasta ahora sin éxito– que el Congreso Plurinacional tenga, además, una influencia significativa sobre la conducción del gobierno, que un ministro o jefe de gobierno sea de su confianza. El Congreso Plurinacional, la única cámara políticamente relevante, ofrecerá una sobrerrepresentación a la región Metropolitana por sobre el resto de las regiones. Creo que es importante reflexionar sobre las motivaciones que pueden estar detrás del debilitamiento de la mayoría de las instituciones clave a nivel nacional, mientras se fortalece básicamente una: el Congreso Plurinacional. Quizás se desea un sistema político excesivamente eficaz sin reparar en las desventajas de un diseño así.
¿Crees que la discusión actual sobre sistema político en la Convención está considerando una mirada sistémica?
Si bien creo que puede haber una visión más menos sistémica en las propuestas que han emergido desde los distintos conglomerados de la CC, lo que se está aprobando pareciera carecer de ella. Creo que eso es esperable cuando se votan propuestas en diferentes comisiones, las que luego son modificadas por medio de indicaciones dentro de cada una de ellas. En ese ejercicio, con las virtudes que claramente tiene, se puede perder la visión de conjunto, lo que puede afectar el funcionamiento del sistema político en el futuro. Si ya es un desafío pensar en cómo se entenderán las nuevas o reformadas instituciones políticas a nivel nacional, tales como la Corte Suprema, Banco Central, Corte Constitucional, Ejecutivo y Congreso Plurinacional; será aun más complejo vislumbrar cómo estas conversarán con las instituciones a nivel subnacional.
Se va a mantener el presidencialismo, pero se creará la figura de un vicepresidente (a) y ministro de gobierno. Tres personas con mucho poder en el gobierno, ¿cómo lo ves?
Al parecer no serán tres personas con poder, sino solo dos: presidente y ministro de gobierno. Un avance importante en la despersonalización de la función ejecutiva en su cúspide es la propuesta de contar con una presidencia-vicepresidencia paritaria. Creo que esta medida podría mejorar la gestión del gobierno y ser, además, un paso adelante en materia de género. En el libro, junto a José Zurita-Tapia, Anabel Yanes-Rojas y Alejandro Olivares discutimos en mayor detalle esta idea. Sin embargo, la creación del “súperministro”, ministro de gobierno, a quien se le entregan no pocas atribuciones, tiene como efecto precisamente marginar a la vicepresidencia. Con ello se dejaría a esta nueva institución, cuya elección es popular, sumida en un rol con tintes ornamentales. La creación del “súperministro” es tal vez una forma “elegante” de deshacerse en la práctica de la vicepresidencia, con su respectivo impacto en la paridad de género, pero sin explicitarlo formalmente.
¿Qué te parece el bicameralismo asimétrico que se va delineando?
Es sorprendente cómo se difundió la propuesta de un bicameralismo asimétrico. Tal como señala Sergio Toro junto a otros académicos “el bicameralismo asimétrico no es una fórmula diseñada para regímenes presidenciales”. Esta combinación no existiría en otros países. Quizás funcione en Chile, por qué no. Pero no podemos basar esa afirmación en evidencia, sino más bien en reflexiones, que puede ser bien o mal fundamentadas, o en una visión esencialmente voluntarista respecto del diseño institucional y sus efectos. En el libro, María José Benavente y Sergio Toro hacen presente la necesidad de que la discusión sobre la segunda cámara no se limite a la representación de las regiones. Una segunda cámara con atribuciones importantes y con un rol de revisión contribuye a un proceso legislativo más reflexivo. Sin embargo, en la Comisión de Sistema Político, quizás en línea con lo que mencioné anteriormente sobre debilitar el sistema de frenos y contrapesos, se aprobó un Consejo/Cámara Territorial débil políticamente, y sin dejar claro si el Legislativo será bicameral o no.
A tu juicio, ¿cuánto de cálculo electoral para la coalición propia hay en las posturas sobre el sistema político en la Convención?
Difícil saberlo. Puede que quienes deseen que exista solo una cámara con poder político real, la que sobrerrepresentaría a la región Metropolitana, consideren que precisamente en dicho territorio tienen un destacado apoyo electoral, por lo cual valdría la pena esforzarse por aprobar un Legislativo unicameral o con una segunda cámara muy limitada. No obstante, no creo que sea sensato apostar electoralmente de esa manera en el mediano o largo plazo, considerando que las preferencias políticas de la sociedad pueden cambiar en el tiempo. Esto ha quedado claro en las últimas elecciones. De todas formas, es posible que quienes se inclinen por este camino crean que solo necesiten ganar la primera elección presidencial y parlamentaria bajo la nueva Constitución, y desde ahí reformar otros aspectos del sistema político que le entreguen ciertas ventajas sobre sus adversarios políticos.
¿A qué atribuyes de que sobrevaloren los aspectos positivos del semipresidencialismo y se critique tanto al presidencialismo?
Bajo una mirada más personal que académica, creo que la palabra “semipresidencialismo” se vende bien. Solo leyéndola puede satisfacer a quienes buscan un cambio visible y también a quienes no deseen que ese cambio sea tan profundo pues el prefijo “semi” sugeriría que es algo nuevo pero al mismo tiempo no tan lejano a lo que tenemos. Quizás por esas razones, Yu-Shan Wu (2007) tituló su capítulo de libro sobre la forma de gobierno de Taiwán “Semipresidencialismo: Fácil de escoger, difícil de operar”(Semi-presidentialism: Easy to choose, difficult to operate). Es decir, para los países que lo adoptan puede aparecer como una alternativa sensata y atractiva, pero que en la práctica implica importantes desafíos para su buen funcionamiento. Por los problemas que sufre este tipo de forma de gobierno que discuto en el libro, creo que es positivo que el semipresidencialismo haya ido perdiendo adhesión tanto dentro como fuera de la CC.